lunes, 19 de octubre de 2009

LA HORA MÁGICA


La llamo la hora mágica. El día está terminando y las faenas van llegando a su fin.  La noche está muy próxima y el ritmo de la ciudad va ralentizándose.  Es el momento de ver, disfrutar, descansar y meditar.

Acostumbraba a estudiar en las horas de la tarde.  No era difícil desarrollar los personajes, era más bien una cuestión no sólo de disciplina, sinó de mucha concentración e imaginación.

"Los artistas devoran imágenes para crear sus obras". Estaba en pleno ensayo de Traviata.   Al finalizar mi ensayo, solía ir a cualquier lugar a tomar un cafecito y relajarme de todo el estrés que conllevaba la obra.  Nunca pude estar en un escenario sin que los nervios me consumieran por dentro.  La obra iba bien, los ensayos eran arduos, pesados, pero me dejaban con una sensación de conquista. Cantar era mi mundo y dentro de éste, la actuación era uno de sus requisitos.

Me llenaba la vida de todos los personajes.  Ser Violetta fue mi mayor satisfacción. Ella, la prostituta sagrada, la que tuvo que pagar un elevado precio por su licensiosa vida. El escenario era como un mundo de ensueño, donde cada figura, cada personaje representado, era una historia que se volvía real en el momento de actuarla.

Mi mundo real no era acorde con mi vida en el escenario. Eran diametralmente opuestos.  Representarlo exigía de mí adoptar un estilo prestado y emocionalmente, un estilo muy recriminado.  Pero los estudios llenaron los requisitos y aquéllo que imaginé imposible, se hizo real a fuerza de imaginarlo y representarlo un sinnúmero de veces. Desde entonces sé que la visualización es una poderosa herramienta para construir nuestro mundo, para bien o para mal.

Mi mundo interno comenzó a transformarse. Era capaz de inventar de la nada un poema.  La sensibilidad artística se multiplicó y el placer por lo estético se acentuó.

Mis mayores recuerdos están puestos en aquéllas puestas de sol a las que solía llamarles "la hora mágica". Eran estan horas, testigos mudos de un intercambio siempre fluído e interminable sobre nuestros puntos de vista con mi maestro de actuación.  A veces era la obra, pero generalmente nos salíamos del contexto del trabajo para reflexionar sobre la vida.  Sentía como podía "devorar con los ojos, los regalos del cielo y de su luz".

La vida: cuanta interrogante.  Parte de mis dilemas pasados, en el presente se han esclarecido.  ¿Cuál era el valor de la vida en ese entonces? Ese y otros parecidos, eran partes de los temas que abordábamos con mi maestro.  Siempre dije que el amor y la felicidad eran mis valores más arraigados.  Para él y para otros parecidos a él, era alcanzar la sabiduría.  ¿Acaso no van de la mano? En el Amor se encuentran todas las respuestas y con amor, es probable que la felicidad se encuentre muy cerca.  Voy más allá y pienso que en el Amor se reúnen y conjugan todos los valores humanos.

La hora mágica todavía me incita a seguir reflexionando.  Siempre habrá algún asunto pendiente.  La vida siempre nos conduce al misterio, el misterio a los interrogantes y estos se convierten en nuevas vías de preguntas y aprendizajes.  La hora mágica es para aquéllos que les gusta la inspiración, la búsqueda, las respuestas a una vida de crecimiento.  Es para el poeta, el artista, el loco, el místico, o para aquél que aún en un mundo tan caótico, tiene un destello de sensibilidad.  Quizá si contactáramos diariamente con las horas mágicas de la vida, lograríamos construir un mundo mejor.

1 comentario:

  1. La puesta de solsiempre invita a la reflexión.
    Siga adelante
    Luceta

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