jueves, 15 de octubre de 2009

CONTRAPUNTO



Anita miró la cara vacía de Jaime y se preguntó por qué no salían de su boca las palabras que deseaba decirle, las preguntas que en las noches de insomnio rondaban por su cabeza y que durante el día -a pesar de sus días llenos de trabajo- no podía eludir.

Tomó otro sorbo de café.

-Uy, que amargo, ¿No le pones azúcar?

-Es igual.  Lo importante es su efecto reparador.  Me siento cansado Anita.

-¿Te quejas?

-De ninguna manera.  No podría estar mejor, lo cual no quiere decir que no esté cansado.

Jaime se levanta y se dispone a servirse otra taza de café.

-¿Me decías? Ah sí, me contabas acerca de la última experiencia que tuviste. ¿Con quien?

Anita fue cambiando de postura.  Tenía las piernas cruzadas y era evidente que estaba nerviosa.  El pie izquierdo no dejaba de moverlo y su voz sonaba más ronca de lo normal.

-Nada interesante en realidad, Jaime.  Cuéntame mejor de tí.  Tu trabajo, tus estudios, tu fotografía, tus amistades.  ¿Novia?

-En mis cursos he conocido mucha gente interesante.  Sobre todo mujeres.  Tienen un gusto estético muy intuitivo.  Me les he pegado un poco para ver si me enseñan un poco sobre el arte de saber elegir las poses adecuadas con naturalidad.  Se me forza mucho y mis fotos salen un poco tirantes.  A veces no es necesario un marco de elegancia como todos creen, para que la foto se vea radiante.  El secreto está en los ojos, el óvalo de la cara, el movimiento, la sonrisa, el destello de la mirada, lo sutil.  Lástima que no te interese, me gustaría hacerlo contigo.

 Anita saca un cigarro de su bolsa. Le tiembla la mano derecha y se dispone a dar la primera chupada.  "No es que no me interese" -pensó-.  No sabría si podría...

 -¿Por qué fumas Anita? El médico te ha dicho que no está bien para tu salud.  Mira como tiemblas, seguro que ya tanto humo te está afectando los nervios.

-N-n-no Jaime.  Me decías, la fotografía...

-Anita. Entérate.  El cigarro te lo prohibieron.  Rosario me contó que no paras de tocer en las noches.  ¿Por qué eres tan obstinada? Sabes que sólo me intereso por tí.

Anita se levanta, se vuelve a sentar y apaga el cigarro sobre el cenicero de la mesa.  No sabe en qué postura ponerse, sabe que no debe fumar, pero cuando está nerviosa ¡Dios! ¡Como le cuesta dejarlo! Los lleva en su bolsa porque ya se conoce y nunca sabe cuándo podrá necesitarlos.  Esta situación con Jaime que no acaba de entender.  Y ella que está tan acobardada que las palabras precisas no le salen, se le atragantan y acaba diciendo sólo tonteras.  Siente su voz cada vez más ronca, porque su necesidad de llorar es cada vez más apremiante.  Se había jurado que ahora se lo diría, de una vez por todas, ¡pero no puede! Si al menos él le hablara del tema o si al menos le diera un pequeño indicio...

 -¿Te he molestado con mi comentario? No tienes muy buena cara.

-No Jaime, descuida. Sólo que...

Anita alarga la mano y tira otra vez de la taza a medio llenar de café y da otro sorbito.

-Sólo que qué?

Anita se levanta de la mesa, agarra la taza de café a medio llenar y la coloca en la mesa, frente a sí. Da un sorbo más, se alisa la falda, se pasa la mano por la frente.

 -Descuida Jaime.  No me has molestado, pero tengo que irme.  Espero no lo tomes a mal.  Dejé a la Pancha en el súper y le prometí que no tardaría.

 Se acerca a Jaime, le da un beso rápido en la mejilla.  Él le toma la cara con seriedad. Ella lo esquiva. Él, con un gesto rápido la obliga a verlo a los ojos.

-Sabes que te quiero Anita. ¿No es cierto?

Anita coge su bolsa, se da la vuelta y al cerrar la puerta no puede dejar de llorar.  ¿La quiere? ¿De qué manera? ¡Quería decirle que ella no puede ya dormir, vivir ni existir sin él!

1 comentario:

  1. Muy bien escogida la foto para este relato, me gustó

    Luceta

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