martes, 26 de enero de 2010

ELLA-ÉL



Con una explosión de cólera, le dijo Marilú a Pedro: “¿Pero, qué tiene Ella que no tengo yo”? Él se quedó callado.  Era demasiado joven y no supo que responder.  Ni él mismo sabía porqué la amaba tanto y porqué ninguna mujer lo complacía  como Ella.  ¿Es eso lo que llaman amor?


Pasarían muchísimos años, Ella ya no era esa jovencita aturdida, atolondrada, tímida y callada.  Había madurado, se había convertido en una mujer que sabía lo que quería.  Si ahora callaba, era porque no sabía que decir, en una sociedad en donde se acostumbra hablar de nada y decir de todo, no importando si son chismes, habladurías, el último grito de la moda, la política, el best-seller que acaba de salir, la película más renombrada en el último mes, etc.

 Se había acostumbrado a la competencia de “haber quien habla más, quien toma la palabra, quien impera en la conversación”.  Ella sólo deseaba estar y ser.  A veces por eso se volvía invisible.  Pero pertenecía a un estilo de mujer extraño, quizá por eso la llamaban misteriosa.  Nadie era capaz de conocerla a fondo, sólo el hombre que Ella escogía para amar. Y ahora era El, su amado, su todo.  Había navegado por muchos años en aguas turbulentas.  Había buscado hasta el cansancio al hombre que llenara sus misterios, los comprendiera, los aceptara y los amara.

¿Qué la hacía diferente?:  Buscaba con ahinco su alma.  Al hombre al que Ella amaba le había reprochado que él ponía mucho sexo y cerebro y nada de alma en la relación.   Él le preguntó sorprendido qué entendía por alma.  Fue un buen momento para reformulárselo.  Llegó a la conclusión de que alma es todo aquello que existe en un mundo paralelo, intangible, percepible no más en aquéllos que han afinado su sexta esencia. Es el latido del Universo que aprehende quien entona sus sentidos.

El la había conocido desde su interior y Ella le había ofrecido su ser en recompensa.  Se amaron primero desde ahí: desde ese espacio incorpóreo donde se tocaron el alma.  Ella se dijo: “El es”.

Pero desde el espacio rudo, burdo, material, ambos eran intensos.  La llama de la pasión hizo presa de ambos y lograron consumar su fuego a fuerza de tanto amarse.  No se equivocaron: eran el uno para el otro.  Llegaron a fusionarse en un solo ser.  Se abrieron misterios y por amor, quedaron desnudos el uno frente al otro. Ya no habían dudas, sólo quedaban las certezas.  El era Ella y Ella era El.  ¿Estaban predestinados a encontrarse? ¿Por qué de pronto Ella sintió que perdía la conexión con su fuerza vital? Se lo dijo, con ímpetu, con fuerza, casi con un alarido desesperado.  En el fondo, Ella quería decirle “por favor, no quiero perderte.  Si no me entregas de nuevo tu alma, estamos condenados a seguir remando por otros mares”.  El hizo un sincero esfuerzo por comprenderla y Ella, en sus torpes y rudas palabras, le explicó su misterio, su esencia, su necesidad impalpable, pero real.

A fuerza de tanto amarla, lo comprendió.  Le regaló su mano, sus abrazos, sus te amos, y Ella volvió a resurgir con la frescura que necesitaba para seguirlo amando.

Una nueva Marilú, llamada Roxana, le preguntó a El (ya no a Pedro): “¿Qué tiene Ella que lo subyuga tanto y que ya no es capaz de voltear a ver a otras mujeres?” El se quedó pensativo.  Lo tomó por sorpresa.  Su mente aguda y rápida se tardó apenas 30 segundos en responderle: “Es bella, es culta, lee, ama la ópera, el teatro, la poesía, escribe”.

Roxana le tomó la mano y se la besó.  “Lo admiro más que nunca.  Lo amo aún más”.  “Niña, le responde El, no se confunda. A mí sólo me tiene admiración.  Sea feliz, ame a su esposo y continúe su vida”.

Cuando El se lo contó, Ella no se dejó tocar por los celos.  Por el contrario, le agradeció la confianza y el depósito de su amor en una confidencia que pudo haber sido seria, de no haber sido Ella madura y pensante.  El se rió y le dijo “Tenía miedo de ponerla celosa” “Usted es una maravillosa mujer”.  Ella sólo atinó a pensar: “¿Por qué las otras siempre preguntan que tengo yo de especial?” “¿Realmente lo seré? Estoy cansada de lo mismo”. ¿Acaso no es tan fácil? El amor es el que transforma y hace único al “objeto” amado.  Sin amor, son todas, con amor, es una sola.

Ella apagó la luz de su mesa de noche y aunque no sentía celos, la mente le corrió, no podía dormir, pensaba una y otra vez en lo mismo.  Se preguntaba “¿por qué?”.  El sueño la venció, pero un pequeño ruido la despertó en la madrugada y lo primero que se le vino a la mente fue el mismo pensamiento: “¿Por qué”? Volvió a sentirse inquieta y no entendía la razón de fondo de su inquietud.  Necia por naturaleza, cuando algo le inquieta necesita de respuestas, así que por la mañana, ya con todos sus sentidos bien alerta, se volvió a hacer la misma pregunta.  Una vocecita leve le respondió desde su silencio “pregúntaselo a El, junta ambos misterios y concédele la fusión de ambas naturalezas, pero no pierdas tu tiempo en espejismos y temores”.   Supo en ese momento que El, desde su Luz, sabría como apaciguarla.

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